miércoles, 15 de agosto de 2012

Día 13: 3 de agosto, regreso a Langmusi (3800 - 3300 m.)


Esta pasada noche sí que hemos dormido algo a pesar de estar sobre el suelo, ya que el cansancio va haciendo mella y una fina capa de hierba puede parecernos un colchón de látex. Además tampoco hay mucha diferencia con las duras camas chinas!! De todos modos aquí tampoco se puede dormir mucho, ya que en cuanto amanece los rayos de luz y los bramidos de los yaks se encargan de despertarte.


Nada más levantarnos, ya tenáamos asignadas algunas de las tareas diarias, así que nos pusimos manos a la obra junto a la madre y la hija, empezamos por rastrillar los excrementos secos de yack para darles la vuelta y facilitar su secado. Un trabajo nada agradable para acabarnos de levantar, pero viendo como ellas no dejan de trabajar es imposible quedarse parado.


Un poco más tarde nuestro guía nos preparo el desayuno, básicamente lo mismo del día anterior pero en vez de en bocadillo en un pequeño bol y acompañado de una sopa. Después de desayunar, empezamos a recogerlo todo, ya que pronto tendremos que partir y solo el hecho de pensar en los caballos hace que nos tiemblen las piernas. A pesar de ir muy despacio nosotros no estamos acostumbrados y como el terreno no es llano la tensión que hacemos para no caernos nos pasa factura en las rodillas.


Sobre las 10:30 salimos hacia Langmusi dejando atrás esa vida tan dura y a la vez tan sencilla que a veces echamos en falta. Con un “timuchi” (hasta pronto) nos despedimos de la familia que tan bien nos a acogido y partimos con un poco de pena porque no sabemos cuando volveremos por estas tierras de las praderas tibetanas.


Empezamos a descender pasando por varios asentamientos nómadas y poco a poco vamos dejando atrás los prados verdes donde pastan los yaks, para acercarnos lentamente al pueblo de Langmusi. Tras hora y media de empinada bajada, paramos a reponer fuerzas y descansar antes de continuar durante 45 minutos hasta el lugar donde almorzamos el primer día, justo al lado del nacimiento del río del Dragón Blanco. Al llegar, pasamos más de una hora esperando a que la comida estuviera preparada pero aquí la preparan conforme la gente va llegando, así que nos sentamos dentro de la tienda a esperar. El cansancio ya se hacia notar en nuestros cuerpos y esperando casi nos quedamos dormidos.


Tras la comida, sobre las 15:00 montamos de nuevo a los caballos y nos dispusimos a iniciar el último tramo hasta llegar a Langmusi de una hora y media de recorrido. Mientras nos acercábamos a Langmusi el cielo se iba ennegreciendo y no podíamos creer que estando tan cerca del hotel y con la suerte que habíamos tenido con la lluvia, nos fuera a caer ahora tal tormenta encima. Pero, así fue. A tan sólo 10 minutos de llegar al pueblo empezó a diluviar y aunque paramos rápidamente y nos colocamos unas capas impermeables que nos dio Tasi, nada evitó que acabáramos calados hasta los huesos.


Dejamos los caballos en una finca cercana al pueblo e hicimos los últimos 800 metros a pie hasta llegar al Black Tent Cafe donde nos esperaba Liyi para recibirnos. Tras recuperar nuestras cosas nos fuimos al hotel a descansar y quitarnos la ropa y las zapatillas empapadas. Allí, nos encontramos una nueva sorpresa consecuencia de la lluvia, se había ido la luz y no tenían ni idea de cuando volvería.

Tras cambiarnos de ropa y ponernos unas chanclas porque ya no teníamos calzado seco decidimos irnos al Black Tent Cafe, ya que continuaba lloviendo y era el mejor sitio para relajarnos, conectarnos a internet y conversar con otros viajeros. Sobre las 18:30 volvió la luz y la cafetería recuperó su normalidad. Pedimos dos yogures con muesli y fruta para merendar-cenar y pasamos las siguientes 3 horas conectados y conversando con Francesca, una chica suiza que vivía en Pekín y que conocimos hace 3 días. Ella también había hecho una excursión a caballo de 2 días, así que pudimos comparar experiencias y tomarnos unas cervezas muy a gusto.

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